domingo, 13 de julio de 2008

La venganza de Luis


En mayo de 1974, con apenas ocho años, tuve la fortuna de ver (por tv, claro) uno de los mejores partidos de fútbol que recuerdo, la final de la copa de Europa que enfrentó al Bayern de Munich y al Atlético de Madrid.
Los colchoneros tenía por aquellas fechas un equipo de ensueño y ponían contra las cuerdas a merengues y azulgranas en la hegemonía del fútbol hispano con casi contundente facilidad.Los Gárate, Ayala, Adelardo, Reina, Irureta o Luis, practicaban un fútbol de toque, pero al mismo tiempo tenían un contragolpe demoledor, que resultaba definitivo en no pocas ocasiones.
Aquella final de Bruselas iba ya por la prórroga, con 0-0 y un Atlético que se le estaba subiendo a las barbas a los germanos, cuando el minuto 114 se produjo una falta al borde del área, bastante esquinada a la derecha de Maier.El lanzamiento de Luis fue de tal maestría que nada más golpear el balón levantó el brazo celebrando el tanto.El portero alemán apenas pudo seguir el cuero con gesto de asombro.
En los cinco minutos que quedaban el Bayern era incapaz de crear ocasión alguna y el triunfo rojiblanco parecía incontestable, recuerdo al locutor de TVE (no sé si Matías Prats o José Félix Pons) gritar alborozado "¡Por séptima vez la copa de Europa!",tate, fue decir eso, faltando veinte segundos para el final, cuando Schwarzenberger, el rocoso central muniqués lanzó un pepinazo desde treinta metros que se coló ajustado al palo de la meta de Miguel Reina.Como entonces no había lanzamientos de penaltys, nuevo partido 48 horas después, con un Atlético desmoralizado, un árbitro germanófilo, y un Bayern rejuvenecido que endosó cuatro chicharros a un equipo que pasó en segundos de ser campeón de Europa a autoproclamarse como el "Pupas" del fútbol español...


El fatum, los hados, o el destino han querido que treinta y cuatro años después, el principal protagonista de esa final, Luis Aragonés haya podido conseguir la Copa de Europa, no con su Atlético, y no contra el Bayern, pero sí con la Selección y contra los alemanes de siempre.
Y eso que hace dos años el panorama del fútbol patrio era desolador, oscuro e incierto como el reinado de Witiza, tras el mediocre paso por el Mundial 2006, y una fase previa de la Eurocopa que se iniciaba con sendas derrotas en Belfast y Estocolmo.Para esas fechas Luis ya había tomado una decisión de enorme trascendencia, y que marcaría el devenir del equipo: Prescindir del capitán de la Selección y del Real Madrid, el jugador más importante de los últimos diez años en España, Raúl González.
En realidad nada distinto a decisiones similares que no tomaran en su tiempo Ladislao Kubala con Pirri, Miguel Muñoz con Juanito, o Javier Clemente con Michel.El revuelo mediático fue de dimensiones homéricas (que diría Barry Fitgerald en El hombre tranquilo), con toda la prensa merengue avivando la polémica durante meses y la afición dividida pero enormemente activo el sector raulista.
Pero sin embargo, paulatinamente, el equipo fue superando un matchball tras otro, y a duras penas al principio, y de forma brillante al final, clasificarse para la Eurocopa 2008.
Nada fuera de lo corriente y nada especial, España estaría ese mes de junio en Viena, y nadie esperaba grandes gestas de ese equipo.De hecho se hablaba más de la posible vuelta de Raúl, (con una esperpéntica rueda de prensa conjunta con el mister, que no podía aclarar nada) e incluso se le exigía desde los mismos sectores la presencia de Guti en la convocatoria, en una polémica más interesada que otra cosa.

Pero sorprendentemente, ya en plena competición, el combinado nacional encadena una victoria tras otra, amén de ofrecer un juego vistoso y práctico, que dosificaba un toque de balón casi a la sudamericana, con ráfagas de rapidez y enorme acierto en ambas áreas, algo que se parecía, sorprendentemente, a aquel Atlético de 1974, al que también llamaban el "Atletico de Buenos Aires", que combinaba de forma maestra el gambeteo rioplatense con un contragolpe espectacular, algo que siempre ha caracterizado a los equipos de Luis.

Y al igual que ese Atlético, España jugaría la final de la Copa de Europa, y tendría enfrente a la eterna selección alemana, que da igual que sea mejor o peor equipo que hace 20-30-40 años, siempre da igual, siempre son los mismos.Y al igual que en 1974 el equipo de Luis dio un recital de fútbol, fue mejor que el rival, y a falta de segundos tenía el partido ganado...
Pero al contrario de 1974, ya no estaba Schwarzenberger, y ningún alemán fue su avatar esa noche, sólo estaba Beckenbauer en el palco, y ningún otro bávaro pudo robar la historia desde treinta metros.

Por eso cuando Iker Casillas (¡gran portero y mejor capitán!) levantaba el trofeo, y un país entero se frotaba los ojos ante lo que había vivido en apenas veinte días, yo no pude dejar de acordarme de ese golpe franco lanzado de forma magistral hace treinta y cuatro años en Bruselas, un golpe franco que debío valer entonces una Copa de Europa, y como el destino, de forma sorprendente y con pícara justicia, le había devuelto esa Copa de Europa a su lanzador, de la mejor forma posible...
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