lunes, 25 de abril de 2011

Eurovisión 2011. Pronósticos y Quinielas (II)

Nada, señores, ya les advertí que volveríamos pronto a nuestro asunto favorito, (El asunto del día, a la manera de George Stevens), y es que no sé si son plenamente conscientes que faltan apenas poco más de dos semanas para la gran cita, para la semana del 10-12-14 de Mayo, donde todas nuestras miradas estarán pendientes de Düsseldorf, y rezando para que la RTVE de nuestros pecados no haga ninguna trastada y nos ofrezca una de las dos semifinales como es debido (para ver la descartada ya les indicaré como pueden hacerlo sin ningún problema, ya sé que hay páginas amigas como La Gran Pantalla, o La Guarida del Eremita, que tienen una gran inquietud en no perdérsela).

En realidad, ya me indicaron bloggeros amigos, y expertas eurovisivas, que debía haber más canciones por ahí que pudieran sumarse a las tres propuestas de hace unas semanas. Nuevo barrido general, nuevo peinado a los candidatos de este año, y efectivamente, como no podía ser de otra manera se encuentran cosas interesantes, que quisiera compartir con mis queridos y fieles eurofans. Vamos al lío:

Eso sí, ante todo debo advertir que no pienso dar el menor pábulo al representante francés, que de forma incomprensible se está colando en algunos pronósticos. Canción fatua, aires grandilocuentes a la usanza de Il Divo, que en este espacio no va a encontrar promoción alguna.


Alemania. Lena Meyer. Taken by a stranger.

Un nuevo triunfo alemán sería una proeza, algo fabuloso, ya que sólo en contadas ocasiones se ha producido esa circunstancia, y desde que la antaño poderosa Irlanda, lograra la triple corona en 1992-93-94 no se ha visto, ni se espera nada semejante.

El Taken by a stranger tiene una producción musical de primer nivel, Lena es toda una estrella en Europa Central, y la canción envuelve, hipnotiza cada vez que se escucha. Quizás le falte algo de ruptura a la melodía, pero tengo una enorme curiosidad en ver como responden jurado y televoto a la propuesta de la vencedora del pasado año en Oslo.




Bélgica. Witloof Bay. With Love Baby.

Todo un descubrimiento de la experta musical y comentarista de fuste La Novia era yo, que me puso en guardia de la excepcional representación que venía desde tierras flamencas
Esta formación belga, amante del jazz, swing y la música a capela, nos ofrece una deliciosa muestra de poderío vocal, con aromas de Manhattan Transfer y del mejor Bobby McFerry. Populares en el Benelux, los Witloof Bay llevan desde 2006 ofreciendo esos registros tan agradables y de buen gusto. En el escenario puede ser algo espectacular y de gran vistosidad.

Confío en que puedan pasar el corte y repetir la buena actuación belga de 2003, cuando Urban Trad y la sugerente melodía Sanomi, lograron una justa y merecida medalla de plata.





Suiza. Anna Rossinelli. In love for a while.

Como no podía ser de otra manera, siendo como es El Tirador hombre de palabra, cerramos esta terna con un compromiso adquirido. En el anterior post eurovisivo, entre bromas y veras, le prometí a mi buena amiga Clementine dedicarle una copla de la cosecha festivalera de 2011.

Un clip eurovisivo debo dedicarle a Clementine/ y en mi vida me he visto en tal aprieto...

Bueno, no ha sido tan difícil, ya le aseguré en su momento a la propietaria de La Gran Pantalla, que sería una canción apropiada. Y de eso se trata, disfrutando de la representante suiza Anna Rossinelli y su In love for a while, con un arranque precioso de guitarra y carrillón, un contrabajo que acompaña enseguida, una voz notable y un vídeo muy bien dirigido, todo ello envuelto con mucho encanto. Ojalá esta encantadora suiza, del Cantón Italiano, sea la sorpresa del ESC 2011... (Y ojalá haya salido airoso El Tirador del aprieto).




Bueno, ya metidos en harina podemos votar esta segunda terna, que es algo divertido, y así matamos el gusanillo y atemperamos los nervios, mientras esperamos los grandes momentos que nos aguardan en Düsseldorf. Ya saben, a la par que los comentarios, tres votos para la canción que más les haya gustado, dos para la siguiente y uno para la tercera.

Espero su veredicto musical y demás opiniones, pero además debo confesarles una cosa. Todos los años hay una representante del ESC, que por lo causa que sea, roba mi corazón y me alegra la primavera. Este año, la chica Eurovisiva que me tiene algo despistado, soliviantado a ratos y soñador en otros es...Poli Genova.

viernes, 22 de abril de 2011

El Milagro de Dreyer

Alguna vez he referido lo que disfruté y aprendí durante los diez años que estuvo en antena el programa de José Luis Garci QGEC, con esos coloquios memorables...que luego durante la semana mi amigo Pepe Cahiers y yo continuábamos, sobre todo si Juan Miguel Lamet estaba entre los invitados. También he hecho referencia a lo que significó aquella emisión de Lunes Santo de 1995, cuando descubrí, descubrimos más de un millón de personas en España, esa película incalificable, llamada Ordet, (La Palabra) de Carl Theodor Dreyer.

Desde ese venturoso día, desde esa noche de 1995, habré visionado esa obra media docena de veces, y dado lo apropiado de estas fechas, decidí volver a encontrarme con ella.
Ordet es una de las contadas obras que trascienden el componente artístico, en este caso cinematográfico, para ofrecernos una ceremonia de misticismo...una liturgia, casi un Sacramento.
 
No es que los que no sean creyentes, no puedan, ni deban disfrutar de esta excepcional película, de sus movimientos de cámara, de esa fotografía en blanco y negro, de esa conmovedora historia...



Pero a los que creen, a los que queremos creer, esta obra de arte nos ofrece, nos regala, el encontrarnos con la fe; con el poder de la palabra; del verbo; con la visión noble y limpia de esa niña, que no tiene la menor duda del prodigio que va a realizar su tío Johannes.


Esa película, nos anuncia, nos anticipa, nos proclama en cualquier día el Domingo de Gloria, nos revela tres milagros mientras admiramos y contemplamos:
El milagro que es el corolario de la película.
El milagro que resulta en sí, toda ella.

Y por último, El milagro de recordarnos, de recordarme, de volverle a mostrar a mi alma dormida, todo aquello que una vez, siendo niño, me fue enseñado.



viernes, 15 de abril de 2011

España en Río (III)

El sorteo de la fase final había encuadrado a nuestra selección en el grupo segundo, junto a los combinados de Estados Unidos, Chile e Inglaterra. En teoría un conjunto muy compensado, con una perita en dulce (USA), una selección de nivel medio como era la chilena y todo un ogro, el equipo a batir, nada menos que los ingleses. El de Brasil era el primer campeonato al que los pross dignaban presentarse, ya que consideraban que esas lides eran algo menor para su esencia futbolística y que lo verdaderamente relevante era su Torneo Británico, donde medían su supremacía junto a Escocia, Irlanda del Norte y el País de Gales. Esa orgullosa y descerebrada idea no tenía ya el menor sentido desde los años veinte, y por ello la presencia de los inventores del fútbol era una de las grandes atracciones del certamen, y por ende uno de los grandes favoritos, junto con la anfitriona Brasil, los temibles uruguayos y la campeona olímpica de 1948, Suecia.

Los pross arribaron a Río con la flor y nata de su caballería, capitaneados por Sir Stanley Matthews, y con figuras de la talla del portero Bert Williams, el mediocampista Billy Wright, y esa bala diestra que era Tom Finney, todo un plantel de excepción, que consideraba que tendría dos partidos de trámite ante sus rivales americanos y un tercer encuentro algo más serio ante los pupilos del tándem Díaz/Eizaguerri.

El Hotel Riviera de Copacabana era el enclave elegido para servir de cuartel general a la escuadra hispana, pero tenía un ambiente bullicioso en exceso, un aire de samba y carnaval constante que no era del agrado del dúo que comandaba la selección.
-Ya se lo comenté en el Escorial, Sr. Díaz, no conviene que los chicos se nos distraigan...
Los temores de Guillermo Eizaguirre venían por la presencia de bellísimas, zalameras y simpatiquísimas cariocas, que no dudaban en coquetear con nuestros monjes guerreros; la gota que colmó el vaso fue cuando tras deshacer las maletas y bajar a la cafetería, pudieron comprobar que algunos jugadores seguían en el hall, riendo y confraternizando con aquellas beldades, más de una hora después de arribar al Copacabana.
-Nos buscamos algo más tranquilo y en paz, sentenció Tío Benito, ante el asentimiento del sevillano.
-Ni usted ni yo estamos ya para fiestas, Sr. Díaz. Los chicos son jóvenes, esto es Brasil... pero aquí hemos venido a jugar un Mundial.

Dicho y hecho; la expedición se traslada al Paineiras de Corcovado, un lugar tranquilo, apacible, ideal para preparar una concentración para los duelos que se avecinaban, la antítesis de esa Babilonia que era el Copacabana.

El debut de España era ante Estados Unidos, en el Estadio Durival de Brito, en Curitiba. El día antes del encuentro, el combinado español acude a presenciar el entrenamiento de los yankis, y lo que ven mueve al asombro y la hilaridad de jugadores, técnicos y prensa. Aquel grupo amateur, formado por hispanos, caribeños y anglosajones, no daban ni una con el esférico. Algunos sólo sabían darle de puntera, y para colmo, uno de sus mejores defensas, ese gigantón de ciento noventa centímetros que respondía al nombre de Harry Keough, llevaba unos enormes guantes de manopla, que le daban un aire entre cómico y extravagante.
¡Telmo, ten cuidado con ese central!, le comentaban a Zarra, entre chanzas y risas, Panizo y Estanislao Basora, mientras que los periodistas hacían su porra para el encuentro del día siguiente. Nadie apostaba por una ventaja que no fuera inferior a cinco goles.

 El veinticinco de Junio de 1950, España inicia su andadura en Brasil, confiada de obtener una abultada victoria y armarse de moral para los duros choques que esperarían en jornadas sucesivas. Finalmente, se decide que el guardameta titular sea Ignacio, en detrimento de Ramallets, por aquello de la mayor experiencia y veteranía del donostiarra, y que la delantera la integren Basora, Rosendo Hernández, Zarra, Igoa y Gaínza. Tras el sorteo inicial, con Gaínza y Keough ejerciendo de capitanes, los reporteros gráficos corren a situarse detrás de la portería norteamericana para inmortalizar la lluvia de goles que debía encajar el meta Borghi.

España inicia el partido con tranquilidad, intentando desbordar por bandas, pero sin realizar un ataque alocado, intentando madurar al rival. Pero de forma sorprendente, un lío monumental en la defensa hispana, una indecisión de nuestro portero, hace que Souza, en el minuto diecisiete, ponga un sonrojante 0-1 en el marcador.
Desde el banquillo se pide calma, y durante unos minutos el juego de la selección es un vendaval que a duras penas pueden frenar los del Tío Sam. Pero entre que Borghi se revela como un meta de categoría, que nuestros delanteros tienen el punto de mira desviadísimo e Ignacio está desconocido en la portería española, contagiando nerviosismo a toda la zaga, se llega al descanso con ese sorprendente 0-1.
En el entreacto Benito Díaz e Eizaguirre piden calma al equipo; les indican que en el momento que hagan un gol será todo distinto: "Tranquilos, tranquilos, hay que abrir sólo el melón, y luego vendrán dos o más goles por sí solos", intentaba tranquilizar el donostiarra a un plantel que no se parecía en nada a la soberbia y orgullosa escuadra que iba a endosarle media docena a su rival.

la segunda parte se inicia con una España ya volcada al ataque, decidida a solventar el trance por la vía rápida, en busca de ese primer gol que que lo alivie todo, como les repite Benito; pero el juego se torna más previsible, empeñada la furia roja en forzar el empuje por el centro, donde la cobertura rival se sentía más cómoda, ante la desesperación de Gaínza, que hace gestos de abrir el juego a su banda o buscar a Basora.
Lo peor es que los minutos pasaban con una celeridad de vértigo, y nuestro dúo del banquillo veía angustiado que ya sólo faltaban diez minutos para concluir esa pesadilla de partido. En sólo cinco, en trescientos segundos aquel mal sueño se despejó, como por arte de magia. Igoa logra de bella factura el empate, y como aseguraba el sabio Tío Benito, los otros dos tantos llegan de inmediato, obra de Estanislao Basora y Telmo Zarra.

Aquel 3-1 sirve para iniciar el torneo con una victoria, pero al mismo tiempo actúa de cura de humildad, algo que servirá de enorme enseñanza a uno de los integrantes de esa selección, el interior Luis Molowny, que en su exitosa carrera de entrenador, nunca se cansó de repetir aquello de no hay enemigo pequeño.

En el otro partido del grupo Inglaterra había derrotado con cierta suficiencia a Chile por 2-0, con tantos de Mortensen y Tom Finney, siendo los chilenos los próximos rivales de nuestra escuadra, cuatro días después y nada menos que en el mítico Maracaná.
Tío Benito y Eizaguerri buscan limar los errores del encuentro inicial, y empiezan a pergeñar cambios en el once inicial.
-No tengo duda que el portero va a ser Ramallets. Ese chaval es un fenómeno, y lo estamos frenando en el banquillo -expone con firmeza Guillermo-
-Yo tampoco tengo dudas, Ignacio es un gran guardameta, experto y con oficio, pero el catalán es aún mejor de lo que usted me había ponderado.Pero conviene que hagamos algo más -argumenta el donostiarra, con la maestría con la que él sólo sabía llevar la discusión a su terreno-
-Soy todo oídos, señor Díaz.
-Parra en el eje de la defensa, ayudando a Gonzalvo; Igoa más escorado a la diestra; y por supuesto necesitamos que el juego sea fluido, que no nos atasquemos en medio campo, que llegue el balón en condiciones a Basora y Gaínza, porque entonces y sólo entonces el balón llegará a Zarra. Es decir... que necesitamos a Panizo -concluyó su tesis Benito Díaz-.


José Luis López Panizo era el interior zurdo de la segunda delantera histórica del Athletic Club de Bilbao, que todos los niños de España cantaban de memoria: Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza. Panizo era un artista, a veces incomprendido por la grada de San Mamés, que prefería el juego más eléctrico de Agustín Gaínza o los remates de cabeza de Telmo Zarra. Pero la víspera de Reyes, en 1947, todo cambió para el interior vizcaíno. Estando de gira el San Lorenzo de Almagro por nuestro país, ese día festivo los argentinos rendían visita a la Catedral, que registraba un lleno hasta la bandera. Al comenzar el encuentro, la grada rojiblanca se quedó maravillada con los toques de balón, el juego preciosista, aquel delicioso gambeteo ríoplatense, hasta que uno de los socios se atrevió a exclamar lo inefable: ¡Pichorras! ¡Si juegan todos como Panizo!
A partir de ese día, de esa tarde de Reyes, ese maravilloso interior zurdo observó como era infinitamente más valorado, querido y respetado por su afición...

La selección chilena era un equipo de buen nivel, aseado en su juego, de estimable calidad técnica, y que tras la derrota ante los pross, se jugaba sus escasas posibilidades en el campeonato ante España. Su figura y capitán se encontraba bajo los tres palos, nada menos que el Sapito Livingstone, un portero agilísimo, de una simpatía arrolladora y muy querido en toda la Sudamérica futbolística. Así mismo contaban con un muy buen delantero centro, Jorge Robledo, que militaba en el Newcastle británico, y que de forma lastimosa, había pasado desapercibido en la derrota inicial de los andinos.


El 29 de Junio de 1950, en Maracaná, era el momento de comprobar si los ajustes de Benito Díaz cumplen su cometido. Y como se suele decir, ese día el éxito sorprendió a la propia empresa. La incorporación de Panizo aporta al combinado nacional una fluidez, una naturalidad en el juego, que desborda desde los primeros minutos al rival. Basora y Gaínza no tienen oponente por las bandas, y el primero marca tras gran jugada en el minuto 17. Antes del descanso Zarra consigue un gol de artista, tras regatear a dos defensas y dejar sentado en una habilísima finta al Sapito.
Tras la reanudación los chilenos adelantan filas, buscando un gol que les meta en el partido, algo que no había sucedido en ningún momento, pero en las dos únicas jugadas de peligro, Ramallets se muestra ágil y con aplomo, ante la alegría y orgullo de Guillermo Eizaguirre.
A partir del minuto veinte, España, que esa tarde viste de azul, se hace de nuevo con el control en medio campo, con un Panizo controlando y mandando como si fuera un argentino más de San Lorenzo, y Basora y Gaínza abriendo vías de agua en un rival que ya sólo quería que acabara el partido con ese dos a cero en contra.

A la conclusión, tanto los nuestros como los chilenos, los titulares y los del banquillo, observan, escuchan un murmullo de asombro, y como se hacían corros entre los reporteros gráficos. La causa, la sorprendente e inesperada causa venía de Belo Horizonte, a 700 kms de Maracaná desde el Estadio Independencia:
¡¡Estados Unidos había ganado 1-0 a Inglaterra!! la noticia corrío por todas las redacciones, las agencia de noticias, y boca a boca por todo Brasil.

Antes de volver al Hotel Paineiras, Tío Benito Y Guillermo Eizaguirre dan un paseo por los alrededores de Maracaná, charlando sobre lo que espera sólo cuatro días después.
-Lo bueno de ese resultado es que con el empate ya estamos en las finales; lo malo es que esos británicos van a salir como fieras -piensa en voz alta el sevillano-.
Tío Benito esboza esa sonrisa socarrona, que siempre saca a relucir cuando quiere sorprender a su amigo con alguna variante táctica.
-A ver, señor Díaz, que lo veo venir, dígame que se trae usted entre manos.
-Escúcheme, mi buen amigo, los ingleses piensan que este domingo van a jugar contra España - afirma misteriosamente el señor Díaz-
-Y creo que no les falta razón, Benito, ¿donde quiere usted ir a parar?
-Que en realidad van a jugar contra el Wunderteam. Nos vamos a disfrazar de austriacos, señor Eizaguirre...








sábado, 9 de abril de 2011

España en Río (II)

Conseguida la clasificación para la fase final de los campeonatos, Guillermo Eizaguirre y Benito Díaz empezaron sin demora la tarea de planificar los pormenores de la aventura americana. Tío Benito era un auténtico obseso de su trabajo, y lo mismo supervisaba la comida, los horarios, así como las salidas de los jugadores; en ese aspecto era un auténtico adelantado a su tiempo.
Había que seleccionar veintidós jugadores y para ello se preparó una lista previa de treinta y uno, con diferentes encuentros de preparación, estando el cuartel general ubicado en El Escorial.

Había mucho y bueno donde elegir, pero Eizaguirre llevaba ya varias semanas con un dilema rondándole la cabeza: Qué tres guardametas serían los elegidos. Se reúne el sevillano con el donostiarra y le plantea el enigma:
- Quizás le parezca una locura, Benito, pero he pensado que...
El Tío Benito sonríe socarronamente, y se adelanta al planteamiento. 
-No me diga más. Usted está loco por traerse al catalán.
El catalán no era otro que Antonio Ramallets, el cancerbero del F.C. Barcelona, que durante dos años había sido suplente del titular Velasco, pero que a mitad de la temporada 1949-50 se había ganado el puesto por una desgraciada lesión de su compañero. En esos meses asombró a la parroquia blaugrana, y aunque los titulares debían ser Ignacio Eizaguirre o Acuña (porteros de la Real Sociedad y Deportivo de La Coruña) el seleccionador tenía planes muy serios para el Gato de Las Corts.

- Escuche lo que le voy a decir, amigo mío -le indicó Guillermo a Benito- desde Ricardo Zamora no había visto nada igual en la portería.
-¿No exagera usted, quizás? Le interpeló Díaz.
-Absolutamente en  nada, concluyó el teniente de la Legión.

Hubo un momento de enorme preocupación en esos días cuando se concertó un doble encuentro de entrenamiento con el Hungaria, un combinado de jugadores centroeuropeos, comandados por Ladislao Kubala, que estaban de gira por la Europa Occidental, y que en el primer round derrotaron con suficiencia a los nuestros por 2-1. 
En la prensa se empezaron a publicar crónicas derrotistas, que afirmaban ¡nada menos!, que quizás lo mejor sería renunciar a ese campeonato donde lo mismo nos aguardaba un ridículo histórico.

Cinco días después, el 14 de Junio de 1950, en el Estadio Metropolitano del Atlético de Madrid, una remozada selección española, con Zarra y Gaínza como estrellas deslumbrantes arrollan a los magiares por un espectacular 6-3. Telmo Zarra logra dos tantos, y Ramallets  sale de titular ante la sorpresa de prensa y público...

Ese mismo día, se ofrece la lista definitiva de los veintidós elegidos, los veintidós que viajaran a Río, donde destaca la presencia de Ramallets en lugar del vasco Lezama; los hermanos Gonzalvo del Barcelona; el fortísimo central Parra, el cacique de la zaga del R.C.D. Español; el magnífico medio Antonio Puchades, del Valencia, que por su cabellera rubia, físico y corpulencia semejaba un atleta escandinavo...y por supuesto y por encima de todo la excepcional delantera, que era la envidia de toda la Europa futbolística: Estanislao Basora, el extremo derecho del Barcelona, rápido, con regate y además goleador; los interiores Panizo, Molowny, Igoa, o Rosendo Hernández; el capitán Agustín Gaínza, (el Gamo de Dublin) extremo izquierdo, para muchos el mejor jugador español de todos los tiempos; y como delantero centro nada menos que Telmo Zarra, un ariete sencillamente insuperable, con un remate de cabeza como nunca se había visto (¡la mejor cabeza de Europa, junto a la de Winston Churchill!, proclamaba la prensa especializada del Viejo Continente).

Tal era el nivel de juego y goles del nueve del Athletic de Bilbao, que una leyenda del barcelonismo como era César Rodríguez, tenia que ver los partidos de España desde el banquillo, o un goleador fabuloso como el madridista Pahiño, no había sido ni convocado.

El 17 de Junio de 1950, el Constellation, que acoge a la expedición española, despega de Barajas para iniciar treinta horas de vuelo, con escalas en Lisboa, Dakar y Recife, para aterrizar un día y medio después en Río de Janeiro.
Nuestros seleccionados, todo el plantel, quedan maravillados cuando admiran desde el aire todo aquello que sólo habían podido contemplar, hasta aquel entonces, en las imágenes del No-Do: Copacabana, el Pan de Azúcar...Guillermo Eizaguirre se vuelve a su compañero de asiento, que no era otro que un adormilado Tío Benito, y le dice sonriendo:" Sr. Díaz, vaya despertando usted, que ya estamos llegando"...




viernes, 8 de abril de 2011

España en Río (I)

Al terminar la Segunda Guerra Mundial en 1945, las competiciones deportivas internacionales fueron retomando paulatinamente la normalidad. La FIFA, con enorme habilidad,  tomó buena nota de los errores del Cómite Olímpico, que apenas tres años después del final de la contienda organizó la XIV Olimpiada en un triste y sombrío Londres de postguerra.

Con muy buen criterio se retrasó la IV Copa del Mundo de Fútbol, Trofeo Jules Rimet a 1950; y se cuidó mucho de elegir la mejor opción para los Campeonatos.Un floreciente y  desarrollista Brasil, enamorado del balompié, con clima paradisíaco y que vivió en paz los terribles años 1939-45 sería el anfitrión, con sedes en Río de Janeiro, Porto Alegre, Curutibia, Recife y Sao Paulo. La guinda a todo ese proyecto era un recinto construido expresamente para ese gran evento. Nada menos que el Estadio de Maracaná, con capacidad para 200.000 espectadores, y que era el símbolo de una nación, pujante y orgullosa, que planeaba llevar sus logros al corazón del Amazonas, en un ensueño llamado Brasilia.

España había armado a lo largo de la década de los años cuarenta una extraordinaria generación de futbolistas, y contaba con mimbres para presentar una escuadra con oficio y ambición.
La Real Federación de Fútbol dictaminó que la dirección del combinado nacional fuera llevada por un tándem, por dos técnicos que se repartieran la tarea de seleccionador y entrenador. El primer elegido fue Guillermo Eizaguirre, el mítico portero del Sevilla, y eterno suplente del Divino Ricardo Zamora en la selección nacional. Aparte de sus indudables logros deportivos, era un hombre muy afecto al régimen, ya que en la Guerra Civil había sido oficial condecorado de la Legión.
A Eizaguirre se le conceden plenos poderes para elegir al entrenador que estimara conveniente, y el sevillano no lo dudó ni un segundo. Benito Díaz era su único candidato. El que fuera gran jugador de la Real Sociedad, y como entrenador un excepcional estratega, amante de los sistemas defensivos italianos, de tal modo que el equipo txuri urdin practicaba un catenacio con tal maestría que era aún más inexpugnable que el del Calcio transalpino.
Lo llamativo de la elección de Eizaguirre es que Benito Díaz, el tío Benito como se le conocía popularmente, había sido combatiente republicano en nuestra guerra, y a su conclusión estuvo años exiliado en Francia.
Pudo volver en 1943, y reanudar su trabajo en la Real Sociedad, pero nadie podía sospechar que Eizaguirre moviera todas sus influencias para que el tío Benito fuera elegido nada menos que entrenador de la selección nacional...

Para llegar a Brasil había que sortear una eliminatoria previa, y como por aquél entonces se primaban los criterios de proximidad geográfica, Portugal resultó ser el primer y único obstáculo a batir.
El dos de Abril de 1950 en un abarrotado Estadio de Chamartín, y con el Caudillo en el palco presidiendo el encuentro, España y Portugal disputaron el partido de ida. 
En apenas catorce minutos el marcador ya reflejaba un 3-0 para los locales, mientras los lusos apenas salían de su área ente el empuje de una delantera de ensueño formada por Basora, Molowny, Zarra, Panizo y Gaínza. El resultado final fue un 5-1 que no ofrecía duda alguna de la superioridad de los nuestros; pero ese sistema eliminatorio tenía trampa, ya que la diferencia de goles era irrelevante. Una semana después había que rendir visita en Lisboa, y en caso de victoria portuguesa, habría encuentro de desempate en Vigo. 

El nueve de Abril de 1950, en un festivo Estadio Nacional de Lisboa, ante 62.000 portugueses y tres mil compatriotas, España debía sellar de forma definitiva su clasificación para los Campeonatos; pero de forma inusitada, un encuentro dominado por 0-1, con gol de Zarra, se complica sobremanera con dos tantos lusos en la segunda parte, que voltean el marcador y forzaban el desempate. En plena zozobra hispana surge la figura enorme del capitán, Agustín Gaínza, que desborda la retaguardia rival y logra el 2-2 a siete minutos del final. Eizaguirre y el tío Benito saltan del banquillo y se abrazan entusiamados, festejando el tanto. ¡Ya había billetes para Río! 

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