martes, 28 de febrero de 2012

¡Elemental!

Hace unas semanas, hace un puñado de viernes, disfrutaba de un aperitivo, como lanzadera del ya iniciado fin de semana. Hojeando las páginas del Ideal (el diario por antonomasia de Granada), me detuve en sus páginas de cine/tv ante la crítica del próximo estreno de Juegos de sombras, la segunda parte de Sherlock Holmes, la exitosa película de Guy Ritchie, y que había visionado sólo unos días antes, causándome una agradable sorpresa, ya que tenía enormes recelos sobre la misma. El articulista despachaba el film sin darle la menor importancia, y emplazaba eso sí, a los lectores, a no perderse la serie de la BBC, Sherlock, de la que se deshacía en elogios. Por el tono me pareció un esbozo pedante y presuntuoso, y concluí mi aperitivo sin pensar demasiado en esa recomendación.

Al poco tiempo, Antena 3 anunciaba el estreno de la esperada serie, y me picó la curiosidad, y más cuando descubrí que las aventuras del detective de la calle Baker se trasladaban al Londres de nuestros días...la cosa prometía, la verdad...y tras ver el primer episodio no tuve la menor duda...aquello era un pelotazo, una adaptación de tal calibre que visto lo visto, me parecía de lo mejor que del genial detective se había plasmado en la pequeña o gran pantalla...los guiones eran de una maestría desmesurada, pero lo mejor es que el universo holmesiano había sido trasvasado con todas sus señas de identidad, y de forma más que brillante...como Sherlock merecía, sea dicho todo de paso.
Me di cuenta que mis apreciaciones eran correctas cuando recomendé los episodios a la persona que más sabe de Holmes al sur de Despeñaperros...claro, me estoy refiriendo a mi hermana, conocida en este blog como La novia era yo, quien al principio mostró su escepticismo...que se tornó en loas y alabanzas con la primera entrega. Elemental.

Mi primer contacto con esas historias se remontan a los años setenta, cuando TVE emitió, los viernes por la noche, la famosa y clásica serie (también de la BBC, of course), interpretada nada menos que por Peter Cushing...recuerdo el miedo que pasé con el episodio doble de El perro de los Baskerville, uno de los momentos terroríficos de mi infancia, comparable a la impresión que me causó el tráiler de La rebelión de los simios, en el cine Coliseo. 

El personaje de Holmes es la creación literaria que más veces ha sido llevado, ya sea al cine o televisión, y en líneas generales no ha tenido mala suerte. Ha habido de todo, y en ocasiones hasta muy, muy bueno. Estoy pensando en La vida privada de Sherlock Holmes, aportación de Billy Wilder, y que pese a que la productora la rebajó en minutos y escenas, es enormemente original, y con un lirismo final que conmueve. Aunque debo confesar que quizás mi película favorita de este género en si mismo, es una no demasiado conocida, y en gran medida poco valorada...Asesinato por decreto, dirigida por Bob Clark, que en su filmografía apenas hizo nada que se pueda resaltar (salvo que alguien quiera hacer apología de la saga Porky´s)...y sin embargo esa cinta, esa historia de Sherlock persiguiendo a Jack el Destripador, ese Cristopher Plummer en la piel de un Holmes, ya en plena madurez, que a veces parece perdido, que ve como se le escapa el caso...un reparto increíble... James Mason es el Dr. Watson, y los secundarios asustan...nada menos que Donald Sutherland, David Hemmings, Susan Clark, Anthony Quayle...descubrí ese filme, que llevo desde entonces reivindicando, al ser proyectado por TVE en Sábado Cine...sugestiva variación sobre el tema, con masones y radicales, oscuras implicaciones al máximo nivel institucional, sobrevolando White Chapel. 

No me gustaría dejar sin señalar dos incursiones muy curiosas y simpáticas, y que al paso del tiempo, me siguen pareciendo deliciosas...la serie de animación del maestro Hayao Miyazaki, donde encontramos retazos de lo que será esa obra capital llamada Porco Rosso; y por supuesto, Young Sherlock Holmes, que en España se tituló El secreto de la piramide, que sin ser una obra redonda, ni falta que le hace, si nos deja un agradable sabor que mantiene, casi treinta años después de su estreno. 

Y en estos últimos años, tenemos la enorme suerte de contemplar un revival holmesiano en toda regla, gracias a las películas ya citadas de Guy Ritchie, que digan lo que digan, pues no están nada mal (¡menuda banda sonora de Hans Zimmer!), y por supuesto, la serie Sherlock...que se ha convertido ya en el gran acontecimiento para todos los que siguen, seguimos, a los héroes de la calle Baker...sabiendo que estamos asistiendo a esos mágicos y contados momentos...de ser coetáneos al alumbramiento y desarrollo de una obra maestra...que no se veía en la TV desde los fabulosos días de los Expedientes X. ¡Elemental!

(Esta entrada no puede, sino, ir dedicada a la persona, al sur y norte de Despeñaperros, que más sabe y disfruta con todo lo relacionado con Sherlock,y que en su generosidad, me está proporcionando en préstamo, para solaz y deleite, todas las novelas protagonizadas por el mayor personaje de ficción (?), de todos los tiempos).    

domingo, 12 de febrero de 2012

Si buscas milagros

Cuando tenía cinco o seis años, mi tía Concha (en realidad tía abuela, ya que era tía carnal de mi padre) me enseñó una curiosa oración, y además con una funcionalidad fuera de lo común. "Cuando se te pierda algo, le rezas los Responsorios a San Antonio, y verás como aparece".

En realidad esa oración, y ese utilitarismo, estaban perfectamente enclavados en la religiosidad popular del medievo. San Antonio, nacido portugués, pero con el gentilicio de la ciudad italiana donde falleció, fue un personaje venerado en su tiempo, que se unió a San Francisco de Asís en su misma orden, con quien rivalizaba en carisma y fervor de los fieles. Se le atribuye un curiosísimo milagro, y es que ante la levantisca e irredente actitud de los herejes en Riminí, que impedían que Antonio se dirigiera a las gentes, el franciscano se dirigió resuelto a la orilla del Adriático... ya que los hombres no quieren oír la palabra de Dios, óiganla los pececillos del mar...a continuación, miles y miles de pescados se arremolinaron junto al santo, en un espectáculo que conmocionó Riminí, y que corrió de boca en boca por toda la Romaña.  

El carisma del portugués fue tal, que al año siguiente de fallecer fue canonizado, nadie tenía duda de que había sido un hombre de Dios durante toda su vida.

Como he referido antes, era normal en el medievo que cada santo tuviera una utilidad especifica, ya fuera San Cristóbal como protección para viajeros y peregrinos, San Isidro como imán para atraer la lluvia, Santa Trifanes  ideal para ahuyentar perros salvajes, Santa Apolonia eficaz contra el dolor de muelas...
Prácticamente un santo para cada problema, para cada afán...de este modo, ya en plena Edad Moderna, Erasmo de Rotterdam se vio impelido a poner un poco de orden, mostrando su disgusto ante una religiosidad que consideraba frívola y poco acorde...

Los Responsorios de San Antonio, aunque atribuidos nada menos que a San Buenaventura, fueron creados en la primera mitad del siglo XIII, seguramente por el maestro del coro de Paris, el franciscano Fray Julián de Spira, y escritos en latín, como no podía ser de otra manera.Y años y años después de haberlos aprendidos siendo niño, caí en la cuenta que era una oración, una plegaria, de una fuerza y sonoridad poco habitual. 

Si buscas milagros, mira
muerte y error desterrados,
miseria y demonios huidos,
leprosos y enfermos sanos. 

El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados;
tesoros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.

El peligro se retira,
los pobres van remediados;
cuéntenlo los socorridos,
díganlo los paduanos.

El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados;
tesoros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.

Gloria al Padre,
Gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo,
Ruega a Cristo por nosotros,
Antonio glorioso y santo,
para que dignos así
de sus promesas seamos.
 
Amén. 

Esa oración, esa plegaria, casi semeja un mantra, con una imaginería poderosa y con ecos telúricos, con un poder mágico casi de los tiempos del Galileo.
Y créanlo o no, pero desde el día en que me enseñaron esa suerte...pues cuando algo se pierde o no termina de aparecer...pues mentalmente recito esos versos, ese mantra, esa plegaria, esa cábala divina del siglo XIII...y el tesoro perdido surge, se manifiesta como un aporte...para mayor gloria de San Antonio (y de mi tía Concha).
 
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